La Conclusión del Monje de La Muerte en la diáfana pradera del vacío

En mi memoria hay otra opinión, otra opinión que se vacía a si misma y la dejo de entender en el momento que caen las cascadas de mi memoria en el viejo Infierno de la sumisión. Yo seré mejor o seré peor pero esto solo es un trasunto de mi vida. Vida amargada por la locura y en base a un suceso que más bien se forjó en mi imaginación y no en el mundo exterior: una violación. Desde siempre he intentado escribir en cascada. El sonido de las letras al son de mi escritura me relaja y no me deja recordar otros momentos que para mí fueron algo más que destructores. Lo vi. Vi eso. Me escapé. Hecho o no hecho se lo dejo al posmodernismo elegir, ya que parece la nueva forma de tornar a la leche azul. He vivido tanto tiempo intentando sacarle el mayor partido a La Vida que ya la escribo con mayúscula. No sé si sabéis que esto es mi imaginación. En mi imaginación hay muchas cosas pero no hay odio. Soy creyente. Soy creyente pero no religioso. Abomino de las religiones así como de toda esa clase de dioses que solo pretenden que seamos sumisos a ellos. Yo creo en La Insumisión. Y así la escribo porque lo manda mi mandamiento. ¿Quién soy?: Un viejo alcatraz que de nada sabe pero lo sabe todo. En mi rango y en mi nuevo día a día sorprendo a la madurez abriéndose puerta entre todos mis amigos y amigas. Yo, ¿más? Yo, ¿menos? Esa no es la cuestión. La cuestión es más allá de los hechos. Es más allá de esa cosa que llamamos ser humano y de como me sentí Luz. Luz de día, Luz de noche; esa es la cuestión que me viene a mí dejándome perplejo y que no alcanzo a distinguir ni una minucia de este mundo real. Para mí El Mundo solo es un haz de ente esférica que es regido por lo que viene siendo “los cuatro bienes de La Naturaleza”. ¿Yo soy abolicionista? Yo lo único que soy es la parte más capaz e incapaz del ser humano. La parte en donde se escaparon los locos y no volvieron más porque supieron de su locura. En mi voz veraz solo encontraréis la prueba de que La Verdad ha sido escondida en los arduos rincones del capitalismo. En este Capitaloceno que, bien llamado o mal llamado, solo ha demostrado ser destructor de la más clara idea contra el capitalismo. No voy a decir cuál. Pero voy a decir que sin esa idea los relojes no funcionan. Y así como alguien la siente, otro abomina de ella creyéndola caos y desolación. En mi mundo solo hay Kaos. Y ese Kaos tiene un orden. Rica obviedad para quién diga que es caos. Rica tontería para quién se sienta tan “de libro” que no pueda soñar con algo más allá de una leche azul. En mis ricas vivencias solo volveré a decir que soy un trasunto. Un trasunto que vivió y creció en suburviales. Qué no hay más que decir. Qué en mi memoria hay una cosa. Y esa memoria se viene conmigo. Y se convirtió. Y fue. Y, quizá, una serpiente negra lo supo. Pero hay Oscuridad. Pero hay Luz. Pero hay diferencias que hacen a todo diferente. Y en mi vida. Solo una cosa. Sin rencor. Pasión.

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